Era un vecindario muy tranquilo, donde no se escuchaba ni el zumbido de las moscas, donde todas las casas eran nuevas, construcciones modernas, excepto una, la casa No 650. Cuando las personas pasaban por el frente de aquella casona, la No 650, volv an el rostro, dec an que all habitaban fantasmas. En aquel vecindario viv an dos ni os. Sergio, de 10 a os, de cabello negro y lacio, facciones suaves y piel morena y su hermano Ra l de 8 a os, cabello casta o rizado; y grandes ojos verdes. Ambos eran inteligentes y muy curiosos, aunque el menor era un poco t mido y menos arriesgado que el mayor. Eran nuevos en aquel lugar, los dos estaban deseosos de aventuras y con las cabecitas llenas de telara as, como sol a decir su abuela. Por eso, una ma ana, mientras desayunaban Sergio planeaba salir a dar un paseo en bicicleta y para eso ten an que llevar provisiones, as que sin que los adultos se dieran cuenta, el ni o fue llenando sus bolsillos de bocadillos, para que su hermano hiciera lo mismo, esper a que este lo mirara y le gui un ojo, Ra l de primer momento no entendi la se al y se qued mir ndolo con la boca abierta, un poco preocupado, hasta que Sergio tom otro pan y lo pas a su bolsillo de nuevo, entonces Ra l comprendi e hizo lo mismo. --Pap , vamos a dar un paseo en bicicleta. -Dijo Sergio. --Est bien ni os, tengan cuidado y no se alejen mucho. Los dos hermanos salieron del comedor tan a prisa que Ra l tropez con la abuela que sal a de la cocina y casi la tira al piso, entonces el pap con voz firme lo detuvo. -- Por qu tanto apuro, d nde es el fuego? Mira por donde caminas, la pr xima vez te vas al cuarto. Ra l se qued parado como una estatua y trag en seco, pues lo menos que deseaba era que lo enviaran de castigo, sali del comedor sin pronunciar palabra y fue hasta la cocina donde lo esperaba su hermano, que estaba tan asustado como l. --Casi lo echas todo a perder. Toma, guarda esto. -Dijo Sergio entreg ndole a Ra l una cajita de jugo, que el muchacho guard en su camisa, pues los bolsillos estaban repletos de golosinas. Sin perder m s tiempo salieron de la casa por la puerta de la cocina, donde los esperaban sus bicicletas, se montaron y se fueron. Los dos chiquillos pedaleaban muy animados por la calle tranquila y de poco tr fico, cuando pasaron por el frente de la casa misteriosa que ya ellos hab an conocido el d a anterior, Sergio record que la casa era muy grande y que solo vieron una peque a parte, por lo que le entr un cosquilleo por dentro, que se llama curiosidad y le dijo a su hermano: --Detente. -- Qu pasa? -Dijo Ra l, parando en seco su bicicleta. --Vamos a entrar. -Dijo, indicando con su dedo ndice hacia la casa misteriosa. --Est s loco, ah no entro. -Ra l record el susto que pasaron el d a anterior, cuando entraron a curiosear a aquella casa y los sorprendi un viejo medio chiflado, que no era un fantasma y se hab a refugiado all por un tiempo, aquel hombre los hizo correr como nunca imaginaron, por suerte la familia del viejo lo encontr y lo regres a su hogar. --Vamos, que no se diga, Eres hombre o rat n? --Claro que soy hombre. -Dijo el ni o que no quer a quedar en rid culo delante de su hermano mayor y para eso ten a que disimular su miedo. Despu s de ponerse de acuerdo los dos hermanos se dirigieron a la entrada principal de la casa, primero asomaron sus caritas por una de las grandes ventanas de cristal, en la inmensa sala no vieron a nadie, solo los muebles y las ara as, entonces se acercaron a la puerta, la empujaron, pero estaba cerrada....